El informeCOVID 19: Impacto de la pandemia y sus secuelas en la educación, evidencia el impacto desigual que ha tenido la COVID-19 y que ha afectado especialmente a los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad, que ya partían de un contexto muy complejo.

“Un estudio elaborado por el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales mostraba que entre 2009 y 2011 hubo un estancamiento en el gasto directo en niñez, pasó de un 20.5% del presupuesto general de egresos devengado a un 18.6% del presupuesto público. Con respecto del Producto Interno Bruto, esto significaba un 3.8% (ICEFI, 2011). Esa lógica continuó en los años subsiguientes Entre 2015 y 2019, la inversión pública en niñez y adolescencia no ha sobrepasado el 3.6% del Producto Interno Bruto”. La voz de la niñez, ASDBN 2019.

En este sentido, como Educo denunciamos que la pandemia ha acelerado las desigualdades en educación que ya existían y la desprotección de la infancia más vulnerable. El informe, refleja cómo la pandemia ha afectado a los niños, niñas y adolescentes que forman parte de los proyectos que tiene la organización en 14 países del mundo.

En el caso de la educación, la COVID-19 ha averiado el ascensor social que permite la reducción de las desigualdades. Para Educo, el cierre de las escuelas y las dificultades que ha tenido el alumnado para seguir las clases a distancia suponen un alto riesgo de incremento de la brecha educativa, el fracaso escolar y el abandono de los estudios. “Miles de niños y niñas no van a volver a la escuela, y es algo que llevamos meses viendo en nuestro trabajo en el terreno. No han podido seguir las clases porque, en los lugares en los que viven no hay una infraestructura adecuada para que llegue Internet, no tienen los materiales tecnológicos, sus profesores no están preparados para dar clases a distancia y sus familias no pueden apoyarles porque la prioridad es trabajar y conseguir dinero para sobrevivir. Por eso, desde Educo pedimos que, en la medida que las condiciones   sanitarias   lo   permitan, las   escuelas   permanezcan   abiertas para garantizar el acceso a la educación del alumnado más vulnerable que no puede estudiar a distancia”, Pilar Orenes, directora general de Educo.

A un año después de la pandemia, más de 800 millones de alumnos siguen sufriendo las consecuencias de las medidas educativas para paliar la COVID-19, como el cierre de los centros educativos o la reducción del calendario lectivo.

En el informe también muestra cómo el hecho no poder ir a las escuelas está afectando a otros derechos de la infancia, como el derecho a la alimentación. Durante la pandemia, 370 millones de niños y niñas dejaron de beneficiarse de los programas escolares de alimentación.

Otro de los derechos vulnerados durante estos meses ha sido el derecho a la protección de la infancia. Educo recuerda que la escuela es un espacio seguro para los niños, niñas y adolescentes, ya que allí corren menos riesgos de sufrir todo tipo de violencias, como el trabajo infantil, la trata, el matrimonio infantil o el embarazo precoz.  “La pandemia nos ha obligado a quedarnos en casa, los niños y niñas están más tiempo en la casa porque la labor educativa presencial quedó en suspenso, todo eso abre la posibilidad para que se propague la violencia. Tomando en cuenta que no siempre los núcleos familiares están conformados por papá y mamá, sino que hay quienes están bajo tutoría de un tío, primo, padrastro o madrastra, en ocasiones se dan abusos, maltrato físico y psicológico hacia los niños y niñas” Élfego Urízar, docente de San Pedro Jocopilas, Quiché.

“Hemos constatado el efecto devastador que ha tenido el cierre de las escuelas en países como la India. Allí, en el estado de Maharashtra, los matrimonios infantiles han aumentado un 78% y en la zona de Latur los casos se han duplicado. Además, el acceso a los centros y servicios de salud reproductiva pone aún más en riesgo a las niñas y adolescentes, ya que además de obligarlas a casarse, corren el riesgo de quedarse embarazadas a una edad en la no están preparadas ni física ni emocionalmente”, denuncia Pilar Orenes. En otros países, como El Salvador, el hecho de tener las escuelas cerradas propició un incremento del riesgo de ser víctimas de las llamadas “maras” y de sufrir todo tipo de abusos, como violaciones o robos e, incluso, ser asesinados.

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