El próximo 20 de noviembre se celebra el 30º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño. Treinta años después de su aprobación, la mitad de los niños y niñas de todo el mundo no conoce el texto legal que recoge sus derechos.

La chica de la fotografía es Zcyrel Barola. Tiene 17 años y estudia en la ciudad de Legazpi, en Filipinas. Le gustan las matemáticas y también escribir poesía. Como cualquier otra adolescente de su edad, después de clase se reúne con sus amigos y comparte su día a día en las redes sociales.  Zcyrel es también un ejemplo a seguir. Un ejemplo para todos y todas, especialmente para los adultos.

Firmemente comprometida con la lucha por los derechos de la infancia y gracias a su perseverancia, se ha convertido en una líder infantil en Filipinas. Tanto es así, que la eligieron para elaborar la versión adaptada para niños y niñas de la Convención sobre los Derechos del Niño. Además, fue una de las tres adolescentes que la presentó el pasado mes de septiembre en un acto organizado por Naciones Unidas en Ginebra, con motivo de la celebración del 30º aniversario de la creación de este texto.

“Los adultos escribieron la Convención. Las palabras que usaron son para adultos. La Convención se hizo por y para los niños y por eso tienen que entender lo que pone. Una vez conoces tus derechos, puedes reclamarlos y protegerte.”

Con estas palabras, Zcyrel puso en evidencia que la Convención sobre los Derechos del Niño no se escribió para que la entendieran los niños y niñas. Y no solo eso. A pesar de que la propia Convención en su artículo 42 obliga a los Estados a difundir el contenido de la misma, también entre los niños y niñas, los esfuerzos que se han hecho en este sentido han sido escasísimos y el resultado, ínfimo. Lo corrobora el informe “Small Voices Big Dreams”, liderado por Educo como miembro de la alianza ChildFund, que refleja que el 49,8% de los niños y niñas no saben qué es la Convención. La conclusión es clara. Si los niños y niñas no conocen el texto en el que se recogen sus derechos, no podrán reclamarlos.

Este es solo un ejemplo más del adultocentrismo imperante. Niños, niñas y adolescentes son el colectivo más vulnerable de la sociedad y el menos visible en las instituciones. Representan un tercio de la población mundial, pero no les damos el protagonismo que les corresponde. ¡Nos escandalizaríamos si hiciéramos lo mismo con un tercio de las personas adultas! Sin embargo, como son niños y niñas, no pasa nada.

Cambiar este escenario empieza por garantizar que todos los niños y niñas conozcan sus derechos. Pero un segundo paso, tan importante como el primero, es que les escuchemos. Escuchar, que no oír. Prestar atención a lo que tienen que decirnos. Pedirles su opinión y tenerla en cuenta, porque, si no, ¿de qué les sirve conocer sus derechos? La sociedad tiene la obligación de escucharlos, de tomar en consideración sus opiniones y de crear espacios adecuados para que puedan expresarse libremente. Ya es hora de que nos quitemos de la cabeza la idea errónea de que niños y niñas son únicamente adultos en proceso. No lo son. Pueden y tienen que ejercer plenamente como ciudadanos de hoy y no solo del futuro.

Con solo 13 años, y consciente de la importancia de sus derechos, Zcyrel empezó a trabajar junto con Educo para que las autoridades locales de su comunidad, Donsol, tomaran en cuenta la opinión de los niños y niñas. Ahora es una de las comunidades filipinas con mayor participación infantil, hasta tal punto que los niños y niñas colaboran en la elaboración y planificación de los presupuestos. Otras comunidades de su misma provincia, Sorsogon, han seguido el mismo ejemplo.

“Ahora, mi principal objetivo es trabajar para que los niños y niñas de Filipinas y de otros países conozcan sus derechos. Así, podrán empoderarse y desarrollar todo su potencial”

Treinta años después de la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño, los adultos aún no hemos asumido nuestras responsabilidades hacia la infancia. Sin embargo, los niños y niñas ya no van a esperar a que lo hagamos. Han dado un paso al frente para reclamar lo que les corresponde. Ahora nuestro deber es trabajar junto a ellos y apoyarles. Dejar que sean los líderes de su presente y su futuro.

José M. Faura

Director General de Educo